El rincón de Leodegundia

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domingo, noviembre 27, 2011

Quejarse en exceso

Normalmente cada vez que tenemos que realizar un trabajo solemos quejarnos mucho porque no nos apetece hacerlo y esas quejas, en ocasiones y a mi forma de entender, son excesivas. Hay trabajos que hoy en día ni siquiera deberíamos de tenerlos como tales ya que la ayuda de que disponemos es muy grande y en realidad no somos los que hacemos el trabajo si no los que, por decirlo de alguna manera, ayudamos.

Esta sesuda reflexión se me ocurrió cuando estando en la frutería esperando mi turno escuché a una mujer quejarse de que tenía que poner la lavadora y sus palabras fueron: “otra vez a poner la lavadora, estoy cansada de tanto lavar”. De pronto me vinieron a la memoria aquellas pobres mujeres que en cualquier estación de año tenían que ir a lavar al río o a los lavaderos públicos, aquello si que era lavar y no lo que se hace ahora que nuestro trabajo se limita a seleccionar la ropa, meterla en la lavadora, añadir el detergente y pulsar un botón.


Todavía recuerdo yo aquellas tablas de lavar de superficie ondulada en donde se frotaba la ropa una y otra vez hasta que las manchas desaparecían. Aquellos baldes repletos de ropa sucia que volvían del río como si nunca se hubieran utilizado, sábanas de blancura inmaculada que nada más lavadas se extendían en la hierba o en los setos de zarzas o arbustos que bordeaban el río para que les diera el sol y que eran rociadas con agua a cada poco para aumentar su blancura. Si, aquello si que era trabajar.

Se arrodillaban las lavanderas poniendo ante si la tabla, metían sus manos en el agua sin importar si estaba helada, agua que acababa por mojarles también las piernas. Y que decir de los dolores con los que acababa su cuerpo, la espalda y las manos eran los más afectados, manos que en invierno se llenaban de los temidos sabañones. ¿Y ahora nos quejamos por tocar un botón?

Para amenizar aquel duro trabajo, los ríos o los lavaderos se convertían en los centros de encuentro en donde se daban a conocer todas las noticias: riñas, amores y desamores, líos familiares….. nada quedaba en secreto, aquel era el lugar de emisión desde donde se esparcían hacia todos los lados.

Tan importante y tan cotidiano era este trabajo que muchos artistas quisieron dejarlo reflejado en sus cuadros y a continuación, como homenaje a aquellas sufridas trabajadoras os dejo con algunos de ellos.


Casimiro Sainz (1853-1898)


Jean François Millet (1814-1875)


Jorge Oramas (1911-1935)


Leon Augustin L´Hermitte (1844-1925)


Manuel Colmeiro (1901-1999)


Paul Gauguin (1848-1903)

domingo, noviembre 20, 2011

Tiempo de castañas


Cuando llega el otoño uno de los productos estrella en mi tierra es la castaña. Durante mucho tiempo fue un alimento base que quitó mucha hambre y aunque ahora ya está fuera del menú habitual, se sigue utilizando en muchas recetas. Se pueden comer tanto asadas como cocidas, y son empleadas para hacer purés o pudines y como postre especial podríamos nombrar el marrón glacé.

Pero cuado llega el frío como mas apetecen son asadas. Por las calles hay puestos que las venden, eso si, últimamente a precio de oro, y que antes las entregaban dentro de unos cucuruchos de papel de periódico que ahora, quizás para parecer más higiénico, es un papel blanco. Esta forma de presentarlas nos sirven además para calentar las manos mientras disfrutamos comiéndolas.


Hay muchas clases de castañas entre las que podríamos destacar:

castañas de leche que son muy tiernas por estar el erizo aún verde
castañas de paré una variedad muy buena, quizás la mejor para comer
castañas mayuques o pilongas que se secan al humo y se pueden guardar todo el año.
castañas valdunes que son las de mejor calidad.
castaña de Indias o loca que es una castaña no comestible, de la que hay la creencia de que el que la come no crece más.


Podríamos nombrar muchas más, pero como muestra creo que es suficiente ya que quisiera hacer ahora referencia también a los distintos significados que tiene la palabra castaña y que nada tienen que ver con este fruto otoñal.

Como todos sabemos se le llama castaña a un golpe que se le propina a alguien
Le dio una castaña que lo dejó tieso
Familiarmente también se emplea esa palabra para referirse a una borrachera
Menuda castaña que lleva
Sirve también para expresar que alguien saca de un apuro a otra persona
Sacar las castañas del fuego
Un golpe dado con el coche
Se dio una castaña tremenda
Y no sólo sirve para referirse a golpes, en peluquería también se emplea esa palabra para referirse a una especie de moño que se hace en la parte posterior de la cabeza.
También se utiliza para referirse al aspecto envejecido y arrugado de una persona
Está como una castaña mayuca


Como veis la palabra castaña se utiliza mucho, pero volvamos a las castañas originales, a las de comer. En Asturias llegada esta época se lleva a cabo lo que aquí se llama amagüestu, o lo que es lo mismo, una reunión de personas para asar las castañas que entre bromas y risas se comen acompañadas normalmente de sidra dulce.

Hace unos días se celebró como desde hace unos años, un amagüestu en la calle Gascona, conocida como el Bulevar de la sidra, en el que se consumieron 1.400 kilos de castañas y mil litros de sidra dulce, fue todo un éxito y los asistentes seguro que ya esperan poder disfrutar del próximo amagüestu.



Antes de cerrar el tema de las castañas me gustaría también deciros que en esta época se hace referencia a lo que aquí se llama “el viento de las castañas” es un viento caliente que coincide con la caída de las castañas de los árboles y que se dice que produce locura y que lleva a mucha gente a suicidarse. Siempre oí hablar de él y desde luego si se que existe ese viento caliente por estas épocas otoñales porque lo noté, lo que no podría asegurar es que influyera en la gente hasta el punto de lograr que algunas personas se suicidaran, pero escuchar esas noticias si las escuché.

Muchos caminos están bordeados de castaños que llegado este tiempo se ven alfombrados con este sabroso fruto que queda al alcance de todo aquel que no tema pincharse con la envoltura de púas en que está encerrado.




Nota: Las fotos del amagüestu (5 y 6) son tomadas del periódico La Nueva España.

domingo, noviembre 13, 2011

Caridad mal entendida

Eso es lo que yo pienso sobre una noticia que leí el martes en el periódico La Nueva España, cuyo encabezamiento es este:


Dice la noticia que un grupo de chavales de la localidad corverana de Cancienes se cuela semana si y semana también en el “reality Acorralados” que se graba en Ludeña (Infiesto) para llevar comida a los concursantes. Al parecer su buena intención se explica en esta frase: “No queremos que los famosos se vayan de Asturias muertos de fame”. Y como no quieren eso, les llevaron entre otras cosas jamón, latas de conserva, chocolatinas, queso y callos.

Todos sabemos que entre las obras de misericordia está la de dar de comer al hambriento, pero yo me pregunto si no es justo diferenciar entre unos hambrientos y otros, si no es justo hacer una distinción entre los hambrientos que pasan hambre porque quieren y a cambio de dinero y los que pasan hambre sin querer por falta de él.

Desde mi punto de vista creo que si se quiere ayudar a los hambrientos que se haga, pero que se ayude a los que ni cobran por pasar hambre, ni por hacerse famosos por ello, porque lo contrario sería como premiar a unas personas que además dan un espectáculo bochornoso mostrando al mundo su falta de educación y sus groserías. Se que se hace porque ese tipo de programas requiere de esos comportamientos y bastante triste es como para que encima se les premie con una comida que otras gentes realmente necesitadas merecerían.

Por eso creo que la caridad está bien y es necesaria, pero que hay que tener cuidado para que no se convierta en una caridad mal entendida.

domingo, noviembre 06, 2011

El éxito



Todos sabemos que el éxito es el buen resultado de un negocio o una actuación y ese éxito debería de proporcionar felicidad al que lo alcanza. Pero no siempre es así, algunos no saben asimilarlo y acaban cayendo y destrozándose a si mismos y otros se envalentonan, se crecen y empiezan a creerse como dioses a los que nadie puede alcanzar ni perjudicar, en sus mentes dejan de ser humanos y se convierten en seres extraordinarios que todo lo pueden lo que les lleva a perder de vista la realidad, lo que los lleva derechitos al fracaso mas estrepitoso.

Hay infinidad de casos que servirían como ejemplo y yo voy a referirme a uno que descubrí no hace mucho y que me parece muy apropiado para este tema. Me refiero a lo que le sucedió a un personaje legendario portugués Pedro Sem. Este personaje era un comerciante muy rico con mucho éxito en sus negocios y se podía permitir el lujo de vivir de forma ostentosa. Sus negocios tenían que ver con el comercio para lo que tenía una gran flota para comerciar con la India, pero además se dedicaba a prestar dinero a cambio de un altísimo interés.

Estaba muy orgulloso de su riqueza y de su poder, pero como toda persona que vive para el éxito, tenía una espina clavada por algo que todavía no había conseguido, poseer títulos de nobleza. Pero esto también tenía arreglo, había muchos precedentes en el mundo, sólo era cuestión de buscar una joven con títulos y casarse con ella, el caso era saber el precio a pagar.

No le resultó difícil, encontró a una joven cuyo padre tenía títulos a la par que grandes deudas, así que le ofreció un trueque al padre “tu me concedes la mano de tu hija y de paso los títulos y yo te perdono las deudas”. Supongo que a la hija no se le preguntó si estaba de acuerdo o no, estos tratos eran “cosa de hombres”.

Se celebró la boda y como era lógico en una persona como Pedro, fue una boda por todo lo alto. Quince días de fiesta llenos de derroche y vanidad. Y el protagonista que cada vez se sentía mas poderoso y por lo tanto su ego ya estaba en lo más alto, decidió que como broche a las celebraciones todas sus embarcaciones llegaran al puerto para mostrarles a todos su poderío y no quedó la cosa ahí, acompañado de sus invitados subió a la torre del palacio y allí sintiéndose en la cumbre del éxito lanzó un desafío a Dios diciéndole que ni Él podría hacerlo pobre.

Dicen que no hay cosa peor que la arrogancia y la vanidad pues ciega a los hombres y nubla la mente y cuando al poco rato Pedro se dio cuenta de su error ya era demasiado tarde. Nada más lanzar su desafío se desató una tormenta que cubrió el cielo de nubarrones negros y el mar se agitó de tal manera que las naves chocaron unas con otras acabando todas en el fondo del mar. Pero la desgracia no había terminado, un rayo cayó en la torre produciendo un incendio que arrasó el palacio y en un momento toda la fortuna, la fama, la gloria y el éxito de Pedro se quedaron en nada.

No murió Pedro Sem sino que pasó el resto de su vida malviviendo en las calles con las limosnas que le daba la gente cuando él les decía: “de una pequeña limosna a Pedro Sem, que tuvo todo y ahora nada tiene”.